martes, 28 de octubre de 2008

Belén se marcha

Belén estaba muy enferma. Había luchado con mucha fuerza para ganar la batalla pero cada vez perdía más terreno y el final se acercaba pausada pero constantemente. Sin embargo, los ojos de Belén seguían transmitiendo alegría, tenían una luz especial que hacía que los que la miraban no la compadecieran sino que la admiraran. Era sorprendente la fortaleza de esta mujer.
Es duro entender que uno va a morirse en poco tiempo, que te quedan meses, semanas, tal vez solo días... Es duro ser consciente de que dejas muchas cosas, de que hay personas que te necesitarían más tiempo, que sin ti se sienten desamparadas pero tú no puedes hacer nada... Es muy duro saber que vas a cerrar los ojos para dormir unos minutos y que quizá ya no despiertes.
¿Qué se sentirá cuando se tiene la muerte tan cerca? ¿Miedo? ¿Curiosidad? ¿Pánico?
Los ojos de Belén miran, observan, se detienen en las caras que van a visitarla. Belén pregunta, se interesa, quiere saber qué tal está fulanito, qué hace menganito... Nadie sabe qué pasa por su cabeza pero ella irradia una luz especial. Sus ojos curiosos sonríen, como quitándole importancia a lo que ocurre, como si no fuera a pasar nada y después de la estancia cada vez más larga en el hospital, Belén fuera a marcharse a su casa y a seguir con su vida de antes. Sabemos que no es así, el final se acerca y no puede hacerse nada. Sin embargo, ella sonríe, hace bromas, no ha perdido las ganas de vivir.
Fue duro mirar a los ojos a una persona así, tan valiente, tan sonriente... Dentro de mí la idea de que la muerte estaba cerca no se iba y la miraba, y no podía creérmelo... Quizá lo más duro de ver a Belén, de mirarla, escucharla y observarla no fue que ella pareciera enferma, que estuviera estropeada, triste o desesperada... Lo peor de ver a Belén fue que mientras ella era transmitía tanta luz y ganas de vivir todo fuera falso y el tiempo corre en su contra acercando cada vez el inevitable final.

domingo, 26 de octubre de 2008

Ventanas abiertas

Ya es noche cerrada. Te asomas por la ventana, todo está oscuro. Las cosas parecen distintas cuando no las baña el sol con su luz. Miras hacia afuera y dejas vagar tu mente... Abres un poco la ventana y permites que entre el aire... ¿Por qué es tan triste? ¿Por qué te invade la melancolía? Los demás duermen, respiraciones acompasadas, algún ladrido lejano, un solitario coche se oye pasar... Y tú mirando por la ventana...

lunes, 20 de octubre de 2008

El día en el que Raquel comenzó a tirar la toalla...

Observé mis ojos en el espejo. Hermosos, decían. Brillantes por las lágrimas que difícilmente podía reprimir en ese momento… El agua que se acumulaba en ellos les daba cierto brillo especial, pero en el fondo se apreciaba una honda pena…
Sola. Me sentía terriblemente sola. Rodeada de gente, permanentemente aislada. Autocompadeciéndome de mi soledad… ¡qué triste algo así! Pero no podía evitar mirar esos ojos asustados en el espejo y compartir el dolor que allí veía, compartir el miedo que se reflejaba, compartir esa desesperación…
Por unos momentos olvidaba que la imagen que observaba en el espejo era la mía propia. Lo olvidaba porque era más fácil enfrentarse a ello ignorando que todo ese sufrimiento lo experimentaba yo misma.
¡Cómo me hubiera gustado tomar entre mis brazos a esa niña asustada y consolarla! ¡Cómo deseaba protegerla, cuidarla, evitar cualquier sufrimiento! Y sin embargo, todo se complicaba cada vez más; poco a poco se iba alejando, sola, naufragando en un mar de confusiones, inseguridades y conflictos interiores… Y se iba… Y yo lo veía… E intentaba asir con fuerza su mano… Y se me escaba… Y ya no podía hacer nada…

jueves, 16 de octubre de 2008

Va de sueños

Soy una persona que sueña mucho, pero un montón. Hay noches que puedo tener varios sueños porque además tengo el sueño ligero y me despierto a menudo; cada vez que vuelvo a dormirme, sueño algo diferente.
Esta noche pasada más que un sueño, tuve una pesadilla en realidad. Lo pasé bastante mal y además lo que ocurría no era precisamente agradable.
Yo viajaba a otro país muy extraño, con unos paisajes futuristas y personas muy raras y me alojaba en una casa que resulta que se correspondía con la que fue mi casa anterior a la que vivo ahora. Cuando yo llegaba allí (aunque no sé cómo lo hacía) estaba pensando en los preparativos de una fiesta a la que tenía que asistir -todos mis conocidos y yo- y que era muy importante. Tenía muchas ganas de arreglarme, pintarme, ponerme guapa e irme a la fiesta. Empezaba a llover y a hacer mucho frío y yo, que hasta ese momento quería ponerme un vestido muy bonito, empezaba a plantearme un cambio de look que me hiciera pasar menos frío. Revolvía entre mis supuestas cosas en un armario aunque ni esas eran mis cosas ni el armario corresponde con ninguno que conozca. Me probaba aún así el vestido para corroborar que, en efecto, con el tendría frío y, sin quitármelo, decidía maquillarme y peinarme antes de cambiarme de ropa.
A todo esto, resulta que, en todo momento mi amiga S había estado todo el rato en el salón y yo le pedía consejos a voces sobre pinturas y combinaciones de colores.
Entraba en el baño, me miraba en el espejo y en un trozo de mi flequillo tenía algo blanco; al intentar quitármelo, descubría que varios mechones de pelo se me habían caído y que en el lugar donde siempre se encuentra mi raya había una calva del tamaño de una pelota de tenis. Horrorizada, al principio pensaba que se trataba de un reflejo o una mala colocación de mi pelo por lo que procedía a colocármelo. Cuando intentaba cambiar la raya de lugar, cada vez que me tocaba el pelo, la calva iba haciéndose más grande y el lugar donde antes había pelo se enrojecía e irritaba.
Llorando, muy nerviosa, llamé a mi amiga. Vino rápidamente, me quitó la caja de las pinturas y pese a mi insistencia me dijo muy enfadada que no podía ir a la fiesta, que entre el frío que hacía y lo que me había salido en la cabeza probablemente no podría salir ya de allí. Yo le preguntaba que si por lo menos podría volver a mi casa pero ella insistía enfadadísima en que no, que si es que era tonta o no la entendía, que tenía que quedarme en esa casa para siempre, escondida ya que nadie podía verme así.
Desesperada, yo lloraba desconsoladamente. Además de lo que me había ocurrido, sentía que mi amiga estaba siendo muy cruel y me hacía sentir fatal...

Entonces... Me desperté... Uf, qué alivio al ver que mi pelo seguía en su sitio.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Y si seguimos pensando en Ana...

Ana seguía haciendo su vida como si no pasara nada. Conseguía autoconvencerse, anular lo que sentía y acallar esa estúpida voz interior que le decía que las cosas no iban bien. Ella tenía una gran capacidad para ignorarse a sí misma; de hecho, esto le evitaba mucho sufrimiento ya que, al fingir normalidad, llegaba incluso a creérselo.
Nadie se daba cuenta de que el pozo en el que Ana se iba introduciendo cada día un poco más iba volviéndose muy profundo, tanto que Ana podía llegar a ahogarse en cualquier momento.
Todas las noches, cuando estaba en la cama, en la soledad de su cuarto, pensaba... Pensaba y los pensamientos desagradables pugnaban por salir a la luz: "Deberías dejar salir tus sentimientos", "no es tan horrible sufrir por alguien o algo", "sácalo a la luz", "habla con la gente"... Pero empeñándose y empeñándose metía para adentro todas esas ideas. No pensaba dejarse llevar por un sentimiento, y menos un sentimiento de soledad, tristeza o desamparo; ella estaba muy por encima de esas estupideces, no necesitaba nada, a nadie, no necesitaba sentir. Sentir era para los débiles y el mundo, ya sabemos, no está hecho para cobardes.

martes, 14 de octubre de 2008

Pensando en Ana...

Ana daba vueltas en la cama, sin poder conciliar el sueño.
Intentaba aparentar todo tipo de pensamientos negativos de su cabeza, pero no lo conseguía.
Nunca había soportado la autocompasión - ella era demasiado dura para sentir algo así -, pero esta vez no lograba escapar de cierta sensación que le provocaba pena por ella misma. Julia le había explicado una y mil veces que en algunas ocasiones es necesario que uno se compadezca de sí mismo porque lo que le ocurre es triste y no está mal sentir esa autocompasión. Sin embargo, Ana no concebía cierto tipo de sentimientos.
Sentía tanta rabia por dejarse llevar por esto que, de haber sido capaz, se hubiera golpeado a sí misma con rabia, asco y frustración, mucha frustración.
Hace unos meses, las cosas eran diferentes. Estaba ilusionada, hasta las cosas más pequeñitas conseguían que se apasionara con cualquier cosa y que pusiera todo su empeño en hacer lo que fuera necesario. Estuvo un tiempo muy contenta,un brillo de esperanza se reflejaba en sus ojos y aunque esa horrible voz interior no dejaba de susurrarle "No te fíes...", ella procuraba ignorarla y vivir plenamente esos bellos
momentos. A pesar de todo, Ana aparenta normalidad. Ha tomado una decisión y piensa llevarla a cabo hasta las últimas consecuencias. Es la mejor manera de evitar su propio sufrimiento. Quizá pierda bastante en el camino, pero la tranquilidad que todo esto le aportará compensa para ella cualquier pérdida futura.



Ana es una chica muy joven. A pesar de ello, sufre a menudo por su hipersensibilidad. No le gusta ser así pero tampoco puede evitarlo.
¿Cuál crees que es la decisión que ha tomado? ¿Qué piensas que ha podido ocurrirle?

jueves, 9 de octubre de 2008

"Me da la sensación de que estás triste"

A veces es difícil no caer y quedarse allí... Es difícil levantar la cabeza, sonreír y seguir hacia delante.
No se puede obligar a la gente a quererte, a respetarte, a echarte de menos, a admirarte, a agradecerte las cosas buenas que haces... No se puede; y es duro entregarse y no recibir nada a cambio. Cuando abres tu interior, lo muestras, incluso lo regalas y todo lo que encuentras es indiferencia, cuesta mucho sonreír...
Sin embargo, así es la vida... Duele y en la mayoría de los casos no encuentras recompensa a tus actos. Es triste pero es la realidad. Quizá no se trata tanto de la vida y es más cuestión de cada persona. Quizá lo que sucede es que hay gente que no se merece recompensas y que, aunque intente hacer las cosas lo mejor posible, se equivoca y no tiene porqué esperar nada a cambio. Quizá el error sea ese: esperar algo...

martes, 7 de octubre de 2008

¡Me han dado un premio!






A todas nos encantan los blogs, donde en la mayoría de ellos sus objetivos son
mostrar las maravillas y hacer amistades; hay personas que no se interesan
cuando les damos un premio y de esta manera contribuyen a cortar esos lazos;
¿queremos que se corten o que se propaguen? ¡Entonces tratemos de prestar más
atención a ellos! Así que este premio debemos entregarlo a 8 bloggeras que a su
vez deben hacer lo mismo y poner este texto.

Ante todo, mil gracias a Istar, por haberme dado este premio. Ni siquiera se me había ocurrido que pudieran darme un premio por hacer algo con lo que disfruto tanto: escribir.
Este blog supone una ventana para mí y hacia mí. Para mí porque a través de él puedo comunicar lo que pienso, siento o simplemente lo que me apetece a los demás; y hacia mí porque permitirá a los que lo lean acercarse un pelín a mi persona.
Ahora tengo que nominar yo a 8 bloggeras, difícil dado lo alto que está el listón, pero lo intentaré. Ahí va, mis nominadas son Pily, Aileon, Aunque, Isa, Belén, Carmen, Cruela y Laura.
Saludos para todos.

domingo, 5 de octubre de 2008

¿Armarse de valor o ponerse la armadura?

Confiarse es uno de los peores errores que comete el ser humano. No confiar, sino confiarse. Cuando uno baja la guardia es habitual que caiga en todo aquello que cuidadosamente pretendía evitar... Sin embargo, errar es humano y no podemos evitarlo pero quizá sufriríamos menos y seríamos una pizca más felices si no nos confiáramos tan a menudo.
No digo que haya que ser completamente insensible y mantenerse por encima de todo pero es cierto que la diferencia entre que una piedra reciba una patada y que la reciba un animal es bastante destacada: la piedra no sufre... el animal sí...
Se me podría rebatir todo esto que estoy diciendo utilizando un montón de tópicos y lugares comunes: quien no arriesga, no gana; las cosas buenas compensan; solo por experimentar algunas sensaciones merece la pena sufrir... Pues sí, se me podrían decir todas estas cosas pero argumentaría que aunque todo esto sea cierto, cuando las heridas se hacen unas encima de otras, estas no acaban de cicatrizar, vuelven a abrirse y el dolor es cada vez no más intenso sino más profundo, más interior... Por eso, en ocasiones es mejor recubrirse bien antes de salir a batallar y ponerse la armadura de acero, para quitarla siempre hay tiempo pero si ya te han herido, las marcas permanecen a veces siempre.